-Para mí la inspiración es tener dentro arena en lugar de hierro.
Mirábamos el cielo los dos, se vislumbraba como algo lejano e inalcanzable para nuestras alas mutiladas. Aquel día todo parecía un poco roto bajo el sol. Yo le contaba de mi día a día vacío de experiencias y de que se me moría el alma dentro y caía en un vacío inesperado de armónica pasividad. Lo miraba de soslayo y le decía que yo necesito luchar por algo, que quiero una lucha de verdad, gritar sola por la calle, firme, convencida, corriendo contra algo. ¿Contra algo? ¡Corriendo contra todo! Y que solo así me siento viva que para mí la inacción es como una condena.
-¿Y esa lucha que te callas no será contra ti misma?
-Puede ser…
Giré la cabeza y allí estaba su perfil siempre tan inexpresivo, tan sabio, siempre sabiendo todo lo que yo ignoro. Lentamente tornó su rostro de marfil y nuestros ojos se encontraron. ¡Oh, esos ojos sin fondo, tan negros, tan profundos! ¡los hilos de sus iris son el telar del universo!
-Tus ojos me queman..- le reproché con calma, con una voz que parecía brotar del rincón más recóndito del universo.
– Perdóname- dijo él bajando la mirada mientras al tiempo la fijaba en mi pelo y retiraba de su brillo una hebra de tabaco desenredándola con su fina mano.
-¡Tus ojos me queman!- le repetí.
Autor: Ana Apausa Veneros
Este espacio resiste al tiempo y a los lugares. Es un espacio abierto de poesía y reflexiones es el retrato impresionista, a pinceladas certeras pero caóticas, de una mujer, de una adolescente y de una niña. Hija de sus tiempos, de sus privilegios y opresiones, de su contexto y de su personalidad, hija de su suerte y de su desgracia, de la amistad y de la herida, de sus amores y de sus desamores, de la alegría y de la depresión, de la muerte y de la vida, de la luz y la oscuridad, de pueblos y de barrios habitados, del arte y de la política, de su madre y de su padre. Pero hija sobre todo, de todo lo que hay en medio de cada dos de esas palabras.
«Parada frente a la sierra mientras el mundo gira»
Si me elevo y veo estas cumbres tan altas, tan inalcanzables,
tan profundas,tan piadosas, tan cálidas, tan duras a la vez
Si me elevo no veo las cumbres, me veo a mí en ellas reflejada,
como una luna de marfil sin alas para poder escapar
En mi pecho late, entonces, el deseo de desvanecerme en forma de viento,
con mirada de águila recorrerlas, escrutar sus rincones,
rozar su piel de piedra a mil kilómetros por hora,
cortarme con sus cuchillas y no sangrar
Mimetizarme con la roca hasta perder mi esencia y ganar la suya,
gritar con la voz de la montaña y que mi eco alimente su leyenda
Pero estoy lejos, lejos de ellas
lejos mi corazón de su granito
En este balcón la teja fría congela mis pies descalzos
Yo solo deseo reencarnarme en ese aire que acaricia el agua de la laguna,
el reflejo brillante, liso y frío de la luna en ella
¡Qué suerte tiene el viento, testigo de la tormenta y la noche
en el cielo infinitamente oscuro y calmado de la Sierra!
Y su alma inconformista
Una mirada así no se olvida de cualquier forma
Aquellos ojos tan desconcertantemente redondos parecían acunar sus pupilas con una música que nadie más podía oír
Cuando ella te miraba te quedabas en silencio porque su semblante no daba pie a debates, a interpretaciones de nada, solo estaba ella, allí, mirándote
Tan segura y tan perdida a la vez,
Tan calmada y tan vacía,
Tan desobediente y tan injustamente sumisa
Tan libre y tan presa como el canto en una jaula
Tan alegre y tan desolada como el sonido del agua del río
Un espíritu tan fuerte pero un alma tan frágil
A la espera de todo, a la espera de nada
Con intención de construir los castillos de arena más resistentes que nunca nadie hubiera tenido la osadía de construir
Estaban sus rizos castaños tan cerca de las nubes.. .Sin embargo sus pies tan ocultos en la tierra como las raíces de un roble
Tanto contraste en una sola mirada…
No sabías si enamorarte de ella para siempre o acunarla entre tus brazos y quitarle importancia a todo y decirle que lo único importante eran ella y sus ojos y su alma inconformista
Un día sin tiempo
Vamos a hacer un paréntesis en el tiempo, y vivir un día sin él
Las miradas que se quedan tras tu figura en la acera, las caricias de otros en mi cuello
«Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí»
Vamos a olvidarnos del amor cobarde y mañana no recordaremos nada
Me pondré los zapatos y me iré a la facultad como un día cualquiera
Pero las paredes no se olvidan de tu nombre, ni de mi cara
Y yo sí, y tú también, tú te olvidas, nos olvidamos
Vamos a vivir el día sin tiempo que necesito
Un día en el que la metáfora deje de ser una simple palabra
y tus ojos se fundan con los míos en una espiral eterna, más eterna sin nosotros
eterna por un día, por un segundo en la eternidad cruel del mundo
Que mi cintura sea el valle más pronunciado de tu realidad
Que el mar que te cuelga de las pestañas sea las vistas desde la ventana de mi habitación
Que el suelo no exista y nosotros volemos
Tus pasos en el pasillo suenen como tambores indios y nos transporten a la selva más salvaje y pura de la tierra
Que la puerta se cierre en los oídos y no en el corazón
Que la luna atraviese el techo y nos deslumbre a plena luz del día
Que tu boca no se cierre nunca, sólo durante un día
Que yo llore y mis lágrimas sean cascadas alegres y poderosas que te hagan reír
Que me tropiece y caiga en blando y me olvide de ti y de mí y sólo mire a la luna
Y la ingravidez sea el estado natural de las cosas, y mi mente rebose de tantas emociones
Y me duerma sola en la selva, flotando, con la luz de la luna en los párpados
Y me despierte en un día con tiempo, con ganas de todo, me ponga los zapatos
Y salga por la puerta de una eternidad compartida contigo que acaba de terminar.
No saber sin quién está triste Venecia
Creo que lo mejor es enamorarse de un ideal. Quién te dice que es menos real que las personas que ves por la calle. Quizás a veces lo que hacemos al estar con una persona es crear una especie de imagen mental de ella, a la que atribuir ideas y canciones y poemas que ella nunca escuchó, que ella nunca recitó.
A veces, las veces que estoy sola, no me importa estarlo, lo que más me cuesta es no tener en quién pensar cuando escucho música, que mi “tú” de las canciones no tenga una cara a la que aplicarle los versos, o no imaginarme a mí siendo el “tú” de los labios de alguien. Esas secuencias hipotéticas en un cadillac solitario, sin saber a qué barrio mirar, o no saber la sonrisa de quién me convence para darle la vuelta al mundo, o no saber sin quién está triste Venecia, o que nadie me susurre que el viento sólo sangra cuando llevo el pelo recogido o cuando no me pongo falda, no saber en qué cama soñé que me metía en un festival de invierno, no saber quién se ha quedado con mis ganas de vivir, con mis ganas de sentir, con mis ganas de soñar.
Sí, definitivamente lo que más me cuesta de no estar con alguien es no tener ese ideal de falso poeta que me canta con una voz diferente a la suya.
Definitivamente lo que más me cuesta de no estar con alguien es el tiempo en el que, al margen de estarlo, estaría yo sola, sola con mi música, mis poetas, mis voces roncas, mis guitarras.
En definitiva, quizás la solución a todo esto sea enamorarse de un ideal invicto ante todos los demás pasajeros, un ideal libre del todo y libre de todo. Poner en sus labios los versos de otros. Puede ser que sea la solución a la desilusión de no encontrarlo caminando por la calle.
Ana