Siempre es difícil definir el concepto de patria. Es complicado identificar en nuestro fuero interno el verdadero significado que tiene para cada unx de nosotrxs.. Para algunxs la patria es eso que dice Martín padre durante aquella cena en la conocida co-producción hispano-argentina,con la que muchas nos hemos sentido identificadas «la patria es un invento. Tu patria son tus amigos».
Sin embargo, hay diferentes formas de entender la idea de patria. Es una palabra tan sonora, tan regia, tan imponente, y tan peligrosa. En mi vida he conocido aún, por desgracia, pocos países. Aún así he conocido los suficientes como para darme cuenta de la existencia de infinitas definiciones no escritas, y de que definitivamente no es lo mismo ser patriota en un lugar que serlo en otro. Por razones históricas y pot la hiatoria que se sigue escribiendo.
Lo que escribo a continuación está basado en el entendimiento de patria como aquel país y aquella cultura en la que unx nace. Siguiendo esa definición, me he dado cuenta de que hay, fundamentalmente, dos clases de patria; una de la que nos enorgullecemos y otra que nos repele y asquea. La patria de los oprimidos y la patria de los opresores.
Los pueblos que a lo largo de su historia más actual han sufrido la ocupación, el imperialismo, la colonización, el abuso y al tiranía de otras naciones reivindicarán con toda seguridad el concepto de patria como algo positivo, como un signo de resistencia y de rebeldía. Muchos países de Latinoamérica enarbolan orgullosos sus banderas en el día de la Independencia, el día en que se emanciparon de sus colonizadores porque eso significa libertad.
Lo mismo pasa con Irlanda cuando, orgullosa, defiende con firmeza su esencia y su cultura, tan diferente de la inglesa, que cambia de banda sonora de rock tabernero a balada de exilio en lo que una parapadea.
Para ellxs patria es resistencia. Sus patrias son las patrias de aquellxs que han sido oprimidxs. Para ellos lo suyo, lo propio y distintivo es algo bueno pues han sentido de cerca el miedo a perderlo, han sentido cómo otros lo criminalizaban y destruían. Esta idea no solo funciona con países enteros sino también con regiones. Un ejemplo de esto último sería el País Vasco, en el norte de España.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando identificas a tu propio país, a lo que debería ser tu patria, como el opresor? Cuarenta años de dictadura desangraron el concepto de patria en España y cuando estábamos débiles y solo queríamos sobrevivir nos lo robaron, se lo quedaron para ellxs. Los regímenes dictatoriales se han sucedido a lo largo de la historia reciente en Europa. Sin embargo, al pasar los años la mayoría de los países ha conseguido desligar su imagen de patria de la que tenían sus opresores. Ellxs han parecido entender que sus países eran algo más que un régimen fascista, y que la mejor forma de rebeldía era reivindicar esa diferencia. Levantarse y, de alguna manera, decir «El mundo no nos conocerá por esto, lo vamos a cambiar porque esto es nuestro». Claramente no es el caso de España. No sé si fue porque la transición dejó mucho que desear. Quizás porque la gente tenía tanto miedo que no se atrevieron ni a reivindicar lo que era suyo, lo que había sido siempre del pueblo antes de que la dictadura instaurase su odio y fregase las tierras con entrañas. Antes de que el nombre del país pronunciado a un volumen algo más alto de lo normal chirriase en los oídos.
Mi carnet de identidad dice que soy española, castellana, y que nací en la Sierra de Gredos. Y ¿sabéis? aunque siempre he mirado con escepticismo cualquier idea de pertenencia a un lugar en lo que se refiere a mi persona, me llena de rabia que la esencia y el nombre de mi país se lo hayan quedado mis enemigos. Siento como si les hubiésemos dejado vencer de alguna forma, ya no política sino casi poética. Hemos dejado que España signifique ellxs y signifique tantas cosas que nos incomodan. Han conseguido que no nos sintamos orgullosxs de decir dónde hemos nacido, que no mostremos la bandera porque la seguimos considerando suya, porque late la tiranía aún en ella, porque no le hrmos cambiado no pos colored ni el escudo .
Muchos movimientos nacionalistas en regiones de España son apoyados por personas que no forman parte de esa región. Más allá de cuestiones ideológicas pienso que quieren sentirse por una vez parte de un pueblo que reivindica lo suyo, lo propio. Porque en el fondo nos encantaría querer lo nuestro sin que lo hubieran envenenado.
A veces siento que hemos fallado a lxs poetas, a todas las mentes maravillosas que tuvieron que irse de nuestro país porque si no lo hacían los fusilaban, los enterraban vivxs o morían en una cuneta. Y no solo a ellxs sino a nuestros propios antepasados emigrantes que habrían dado su vida por tener la oportunidad de quedarse en su país, en su tierra con sus amigxs y sus familias. La primera vez que comprendí esto y sentí rabia e impotencia me encontraba leyendo textos de María Teresa León. Y una reflexión clara como el agua vino a mi mente: no hay mayor patriota que el exiliado. Porque cuando te exilias entras a formar parte del bando de lxs que han sido negadxs, del bando de lxs oprimidxs. Y tu patria nunca será su patria.
Yo no siento mi patria como suele sentirse pero si yo reivindicase una patria española, de mi país sería aquella de esxs exiliadxs y no la de lxs opresores que se quedaron. Ellxs nos la han robado y nosotrxs les hemos dejado. No queríamos saber nada más, queríamos que nos dejaran en paz. Hemos dejado que recaiga todo su odio en el nombre de nuestro país sin darnos cuenta de que ellxs fueron y aún son personas sin derecho alguno a poseer nuestra tierra, nuestra cultura. Me llena de impotencia que hayan manchado con fascismo e injusticia el nombre de tantas personas maravillosas, de tantas mentes brillantes, de tantas abuelas trabajadoras, de tantos obreros rebeldes, de tantas intelectuales de trinchera.
España no es suya, hay que recordarlo. Ni de ninguna persona ni de ningún gobierno. España es de las poetas, de las gaitas gallegas, de las guitarras andaluzas, de Paco de Lucía, de Gloria Fuertes, de Federico García Lorca, de María Teresa León, de la Sierra de Gredos y de la furia del Cantábrico, del sol del Mediterráneo, de su lengua, tu lengua, su acento y mi acento, es de todas nosotras y de todos ellos. Nuestra España es de nuestras jóvenes estudiantes que se tienen que ir al extranjero, de nuestros abuelos que fueron pastores, y de nuestras madres que trabajan día a día para pagarnos la universidad. Es nuestra poesía, nuestra música, nuestra ciencia, nuestra filosofía y nuestras lenguas preciosas y ricas, nuestras lenguas melódicas y fuertes. Nuestras lenguas que saben gritar insumisión con decenas de acentos diferentes. Es de las cabezas conscientes de que su país, su idioma, su arte y su poesía NO son mejores que ninguna otra en el mundo. Y de aquellas que saben que la tierra no se posee, la tierra se ama y hay que dejar que todo el mundo haya o no nacido en la misma pueda amar y vivir en esa tierra y enriquecerla. España no es la que nos han vendido siempre. No es suya, suya será su España, la que ellos quieran tener, la mía no, la nuestra no. La nuestra es nuestra y es de todxs, y la nuestra recuerda y quiere que las fronteras estén abiertas.
Con toda esta reflexión no vengo a decir que haya que tener un único concepto de patria. Sino puntualizar que existe otra manera de vivirla. Y que nuestra visión de ella se mueve de positiva a negativa dependiendo de la historia del país en el que hayamos nacido. Mi intención sería liberar el concepto de patria en España de unos grilletes individualistas, simples, crueles y homogeneizantes. Desvincular el concepto de patria de la tiranía. Solo para que ellxs no ganen, solo para que gritemos las de abajo, los otros, solo para hacer justicia a todos y todas las españolas que se lo merecen y se lo han merecido a lo largo de la Historia. Pero para ello tenemos que cambiar. Y gritar que somos diversos y dejar de entender el concepto en su forma tradicional. Y hacer una maldita revolución y derrocar a los herederos de la putrefacción.
Para finalizar, me gustaría puntualizar que de forma personal, siendo la patria por definición la tierra natal o adoptiva a la que la persona se siente ligada afectivamente, no diría nunca que mi patria es España, así tan ambiciosamente. La siento enorme, inabarcable, desconocida. Una patria para mí debe ser algo más pequeñito, deben ser personas e ideas, debe ser poesía y música, debe ser una terraza con sol y árboles. Es algo mucho más simple, en realidad; mi patria son mis montañas, mi río congelado, mi jardín en invierno, las conversaciones con amigxs de mil lugares del mundo y la sonrisa de mi madre.
Pero sé que mi país no es de ellos, de su dinero y de su odio. Nuestro país es nuestro, es tuyo y mío, de ella y de él, es de todos y de todas las que quieran venir. Es de vuestro esfuerzo y de nuestra dignidad. Mi país no es de ellos. Nuestro país es de nuestrxs poetas.
Ana