Al des-nombrado

Tranquila, parada, en un susurro le contaría despacio al mundo que se me ha olvidado querer, y a ti te susurraría que ojalá pudiera recordarlo contigo.

«¡Si me llamaras!» como decía Pedro Salinas, «lo dejaría todo, todo lo tiraría. Tú, que no eres mi amor ¡si me llamaras!»

Tú, presencia cambiante, silueta lejana. Andas por ahí con los ojos entornados y un amanecer en la boca sin darte cuenta de lo cerca que estás del abismo de mis pupilas. Tú, que nunca has sido nada para mí.

Ni siquiera recuerdo tu voz y tu nombre se me confunde con otros. Pero de tus ojos no me olvido, los distingo en cualquier bar. No sé nada de ti, solo que sueles andar con una continuación instrumental de tu espalda con funda negra y que al tocarla siempre mueves el pie derecho. Ignoro si llevas o no barba, en cambio recuerdo tu risa como si te estuviese oyendo, es una cascada viva e increíble que me hace sonreír.

Tus ojos son de los que atraviesan un poco más allá de la retina, el iris y la pupila, siglos más allá. Tú, el des-nombrado, el anónimo, la erre chirriante, la presencia fugaz, ojalá no cambiases de cara cada semana.

Ojalá me llamaras, ojalá fueras tú. Ojalá te cayeras en el vacío de mis ojos y yo los cerrara. Ojalá mi vacío se llenara con los pájaros anónimos de tu risa.

Ojalá que algún día me acordara de tu voz y de tu nombre.

Salamanca

Te miro. Bajas las escaleras como si se te olvidase todo lo que llevas detrás.

¡Llevo ranas verdes, me esperan en el escalón de abajo, las oigo croar!- te ríes

Vienes a mí con óxido de luna en los párpados
como si siguieras dormida por las calles empapadas.

Tú, toda vida, ideas y juventud. Yo, toda silencio, filosofía, fachada y ritual.

Caminas sobre las piedras resbaladizas, esquivando despacio gritos, paraguas, bolsas y risas.
Te preguntas si la poesía puede brotar de unas zapatillas fosforitas…
¡Es tanta la que esconden! Aunque arrugues la nariz, es la poesía de tu generación.
Una oda a esas deportivas estridentes
que chocan con el gris de una ciudad vieja.

Tienes óxido de luna en los párpados
como si vivieras en el siglo XVI,
como las vidrieras de una catedral renacentista.

Aparece un hombre hecho de sueño, hombre de idea etérea, de melancolía blanca, de sirenas de colores. Se cruza contigo. Te mira con los ojos robados de un chico con rizos en bicicleta. En realidad, me miraba a mí.
Porque tus poemas están llenos de la ceniza del cigarro que siempre te olvidas de sacudir antes de que se desplome sobre las hojas.

¿Lo tiras a drede?                                                                                                                    ¡Ah! Me miras por fin como si todo el tiempo hubieses estado viajando sobre una nube etérea, lejos. Lejos de mí.

No lo sé- contestas- pero hoy he escuchado una carcajada preciosa de camino a la universidad.

Tus paseos con banda sonora bajo esta cúpula ahumada de ecos de guitarra y edificios beige, te hacen volar ¿Verdad?

Levantas la cabeza divertida, esta vez sí me escuchabas.

-Sí -suspiras- son la poesía de estas piedras, de estos paraguas, de esas zapatillas, de aquella carcajada. Son el Romanticismo del siglo XXI-y entonces clavas tus pupilas en mis cimientos y añades- el Romanticismo del siglo XXI en ti, Salamanca.

Nómadas de la sociedad

¡Levántate! Míralos, están delante de ti
las chispas del futuro en sus ojos
Son una multitud que no se calla
Llevan colores en la ropa, andan a saltos
No perciben los muros ni las fronteras
Viven al día, nómadas de la sociedad
Si abren la boca salen arcoiris
y su canto es canto de cambios y libertades
Los hilos de sus trenzas juegan al escondite con el viento
Si te unes a ellos no vas a querer volver
No, no vas a querer volver porque ellos bailan
con tu alma a carcajadas
Son una revolución pacífica y sonora
con los ojos entornados de tanto reír
Son los humanos buenos, los libres, los jóvenes
los viejos, los que besan la tierra mientras brindan contigo una cerveza
¡Levántate! ¡Despierta ya! ¡Están delante de ti!
¡Corre que ya han cogido las guitarras!

Huesos rotos de dinamitar fronteras

Quiero arrancarme  mechones de pelo con las ramas de los pinos

Estallar las suelas de mis botas en la cristalera de un rascacielos

No poder respirar en dos minutos de caída libre que encoge el pecho

Quiero tumbarme en medio de Gran Vía en hora punta y parar el caos

Quiero que me sangren los labios de cantar

Que las piernas me fallen de subir montañas

Quiero quedarme sin voz y sentir llamas en la garganta

De gritar libertad colgada bocabajo en la cima de un volcán

Quiero correr de la mano de cualquier víctima de la injusticia

Hasta que a los dos se nos olvide y no sintamos los pies

Pensar a gritos en un tejado mirando las estrellas

Quiero sumergirme en la tinta de una foto y abrazarte

Hasta que se me agarroten los brazos

Quiero que me escueza la piel al tirarme de una peña gigante a la explosión del río

Ponerme un vestido y rodar por la calle riendo hasta destrozarlo

Quiero despellejarme los codos y las rodillas golpeando fronteras,

Romperme los huesos de los prejuicios dinamitando fronteras

Quiero estallar, quiero una explosión dentro de rebeldía y carcajadas,

Quiero mi propia vida y quiero que vibre

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Solo para volver a ser humana

Me siento las alas desencajadas en la espalda
Y el cielo se quiere caer sobre mí con su gris plomizo
¡Solo para que no vuele!
Me siento las piernas dormidas
e intento correr hacia la selva
y la tierra se levanta ante mí como un militar gigante
¡Solo para que no luche!
El corazón se me ahoga en el pecho
al mirar las injusticias del mundo
y la sociedad le grita a mi cerebro
que proyecte un sol cegador y momentáneo
¡Solo para que no sienta!
La cabeza me empieza a pesar
viene la indiferencia y le propina
una patada que me deja flotando
¡Solo para que no piense!
Cuando me hallo descompuesta en este no ser y no poder llegan la verdad, la esperanza y la naturaleza y me cosen las alas, me despiertan las piernas, se beben el agua que inundaba mi corazón y me devuelven la cabeza que flotaba inerte e indiferente por el aire ¡Solo para volver a ser humana!

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