Es la mirada fija de tu gente
recordatorio indeciso de herida
que, aunque por muchos sea conocida
con sangre y cal borraron del presente.
Son tus ojos brillante luz candente
de las minas, esclavas conocidas
de las selvas, tus tierras destruídas.
Son tus pies homenaje a los ausentes.
Es tu voz, aguda ave extraña
memoria de invierno largo y frío.
En los Andes camina la guadaña
del abandono, desbordando los ríos.
Es tu mano de la chacra araña
que no cesa de arar los desafíos.
De Ana Apausa Veneros
Este espacio resiste al tiempo y a los lugares. Es un espacio abierto de poesía y reflexiones es el retrato impresionista, a pinceladas certeras pero caóticas, de una mujer, de una adolescente y de una niña. Hija de sus tiempos, de sus privilegios y opresiones, de su contexto y de su personalidad, hija de su suerte y de su desgracia, de la amistad y de la herida, de sus amores y de sus desamores, de la alegría y de la depresión, de la muerte y de la vida, de la luz y la oscuridad, de pueblos y de barrios habitados, del arte y de la política, de su madre y de su padre. Pero hija sobre todo, de todo lo que hay en medio de cada dos de esas palabras.
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