Me gusta pronunciar la palabra abril porque me hace mimos en los labios, me suena a canto de pájaro recién nacido, a fuentes en la sierra que borbotean, a plantas incorporándose
También me gusta abril porque al llegar toda esta luz llega también el encuentro con lo que sigue y la muerte de lo que se va
Los ciclos de la naturaleza, desde el menstrual a las estaciones, me ayudan a aceptar con menos resistencia el cambio.
Esta es la última primavera de mi veintena.
A veces me veo parada con los ojos llorosos, medio asustada, mirando la vida y el mundo atropellarse delante de mí, a la luz de una pantalla gigante iluminándome la cara.
La ciclicidad me ayuda a aceptar las pequeñas muertes y las nuevas vidas que se superponen en esa pantalla.
La primavera me ayuda a bajar las manos a la tierra húmeda y templada y agradecer lo que hoy tengo, y traer amor a las personas y a los animales que me acompañan.
Me ayuda a ver a través de los años y las décadas a otras personas viviendo en esta tierra y en la mía que olieron las mismas flores que yo huelo, pensaron lo mismo que yo pienso, y sufrieron.
Esta primavera me está ayudando a mirar el pasado, a volver a la memoria para comprender aún más profundamente el presente.
Para hacer algo, con esta garganta y estas manos, hacer algo.