En mil cristales

Me hundo en el alféizar y mis ojos se dan de bruces contra el cielo,

el cielo negro e indiferente de mayo que me niega la subida

Atrapada, animal salvaje en jaula de plástico

Y las estrellas ni me miran

Me dicen que no llevo un trozo de luna por corazón,

me parten en mil cristales

Como las piedras cuando me miran sabiéndolo todo,

como yo cuando miro al suelo sin saber nada,

me parto en mil cristales

Como cuando camino en los reflejos de los escaparates

tan rápida, tan fugaz, tan sinsentido

queriendo abarcarlo todo y corriendo sin abarcar nada

Tanta euforia estridente en mi realidad, tanta alegría, tantas llamas,

tanta vida, tantos latidos, tanta ilusión

Pero

tanta crueldad, y dictadura y hierro y desolación

y ahogo, y pasividad.

Tan asesina de emociones la realidad

Tan injusta, tan sin corazón

Vacía y llena de miseria que chilla

El cielo de mayo nos ha dejado en la estacada

En la cascada de saliva que corre por las venas de la ciudad nadie se mira el corazón

Mi torre se ha podrido y se ha convertido en la ventana de un tercer piso

En medio de una noche en un edificio cualquiera del mundo

Un mundo verdugo de su propia razón

que ha obligado a la humedad a pudrir mi torre de sueño

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De Ana Apausa Veneros

Este espacio resiste al tiempo y a los lugares. Es un espacio abierto de poesía y reflexiones es el retrato impresionista, a pinceladas certeras pero caóticas, de una mujer, de una adolescente y de una niña. Hija de sus tiempos, de sus privilegios y opresiones, de su contexto y de su personalidad, hija de su suerte y de su desgracia, de la amistad y de la herida, de sus amores y de sus desamores, de la alegría y de la depresión, de la muerte y de la vida, de la luz y la oscuridad, de pueblos y de barrios habitados, del arte y de la política, de su madre y de su padre. Pero hija sobre todo, de todo lo que hay en medio de cada dos de esas palabras.

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