Un día sin tiempo

Vamos a hacer un paréntesis en el tiempo, y vivir un día sin él

Las miradas que se quedan tras tu figura en la acera, las caricias de otros en mi cuello

«Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí»

Vamos a olvidarnos del amor cobarde y mañana no recordaremos nada

Me pondré los zapatos y me iré a la facultad como un día cualquiera

Pero las paredes no se olvidan de tu nombre, ni de mi cara

Y yo sí, y tú también, tú te olvidas, nos olvidamos

Vamos a vivir el día sin tiempo que necesito

Un día en el que la metáfora deje de ser una simple palabra

y tus ojos se fundan con los míos en una espiral eterna, más eterna sin nosotros

eterna por un día, por un segundo en la eternidad cruel del mundo

Que mi cintura sea el valle más pronunciado de tu realidad

Que el mar que te cuelga de las pestañas sea las vistas desde la ventana de mi habitación

Que el suelo no exista y nosotros volemos

Tus pasos en el pasillo suenen como tambores indios y nos transporten a la selva más salvaje y pura de la tierra

Que la puerta se cierre en los oídos y no en el corazón

Que la luna atraviese el techo y nos deslumbre a plena luz del día

Que tu boca no se cierre nunca, sólo durante un día

Que yo llore y mis lágrimas sean cascadas alegres y poderosas que te hagan reír

Que me tropiece y caiga en blando y me olvide de ti y de mí y sólo mire a la luna

Y la ingravidez sea el estado natural de las cosas, y mi mente rebose de tantas emociones

Y me duerma sola en la selva, flotando, con la luz de la luna en los párpados

Y me despierte en un día con tiempo, con ganas de todo, me ponga los zapatos

Y salga por la puerta de una eternidad compartida contigo que acaba de terminar.

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De Ana Apausa Veneros

Este espacio resiste al tiempo y a los lugares. Es un espacio abierto de poesía y reflexiones es el retrato impresionista, a pinceladas certeras pero caóticas, de una mujer, de una adolescente y de una niña. Hija de sus tiempos, de sus privilegios y opresiones, de su contexto y de su personalidad, hija de su suerte y de su desgracia, de la amistad y de la herida, de sus amores y de sus desamores, de la alegría y de la depresión, de la muerte y de la vida, de la luz y la oscuridad, de pueblos y de barrios habitados, del arte y de la política, de su madre y de su padre. Pero hija sobre todo, de todo lo que hay en medio de cada dos de esas palabras.

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