No saber sin quién está triste Venecia

Creo que lo mejor es enamorarse de un ideal. Quién te dice que es menos real que las personas que ves por la calle. Quizás a veces lo que hacemos al estar con una persona es crear una especie de imagen mental de ella, a la que atribuir ideas y canciones y poemas que ella nunca escuchó, que ella nunca recitó.
A veces, las veces que estoy sola, no me importa estarlo, lo que más me cuesta es no tener en quién pensar cuando escucho música, que mi “tú” de las canciones no tenga una cara a la que aplicarle los versos, o no imaginarme a mí siendo el “tú” de los labios de alguien. Esas secuencias hipotéticas en un cadillac solitario, sin saber a qué barrio mirar, o no saber la sonrisa de quién me convence para darle la vuelta al mundo, o no saber sin quién está triste Venecia, o que nadie me susurre que el viento sólo sangra cuando llevo el pelo recogido o cuando no me pongo falda, no saber en qué cama soñé que me metía en un festival de invierno, no saber quién se ha quedado con mis ganas de vivir, con mis ganas de sentir, con mis ganas de soñar.
Sí, definitivamente lo que más me cuesta de no estar con alguien es no tener ese ideal de falso poeta que me canta con una voz diferente a la suya.
Definitivamente lo que más me cuesta de no estar con alguien es el tiempo en el que, al margen de estarlo, estaría yo sola, sola con mi música, mis poetas, mis voces roncas, mis guitarras.
En definitiva, quizás la solución a todo esto sea enamorarse de un ideal invicto ante todos los demás pasajeros, un ideal libre del todo y libre de todo. Poner en sus labios los versos de otros. Puede ser que sea la solución a la desilusión de no encontrarlo caminando por la calle.

Ana

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De Ana Apausa Veneros

Este espacio resiste al tiempo y a los lugares. Es un espacio abierto de poesía y reflexiones es el retrato impresionista, a pinceladas certeras pero caóticas, de una mujer, de una adolescente y de una niña. Hija de sus tiempos, de sus privilegios y opresiones, de su contexto y de su personalidad, hija de su suerte y de su desgracia, de la amistad y de la herida, de sus amores y de sus desamores, de la alegría y de la depresión, de la muerte y de la vida, de la luz y la oscuridad, de pueblos y de barrios habitados, del arte y de la política, de su madre y de su padre. Pero hija sobre todo, de todo lo que hay en medio de cada dos de esas palabras.

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